viernes, 3 de octubre de 2008

Defender una salida revolucionaria

Cuba ha entrado en un momento decisivo de su historia, en el que las ideas auténticamente marxistas pueden jugar un papel trascendental.
No existe nada que pueda eludir el hecho de que Cuba es una pequeña Isla, cuya economía tiene un peso ínfimo en una economía mundial dominada por las potencias imperialistas. Según datos proporcionados por Elena Álvarez, del Instituto Nacional de Investigaciones Económicas, del Ministerio de Economía y Planificación, si en 1990 se compraban 1,9 toneladas de petróleo con una de azúcar, en 2002 la cantidad de petróleo se redujo a 0,7 toneladas por esa misma cantidad de azúcar. Por más medidas que se tomen con el fin de mejorar la eficiencia y disminuir la dependencia de la economía cubana es evidente que hay límites insuperables en el marco de unas relaciones comerciales mundiales marcadas por una división internacional.
No se pueden resolver los problemas derivados de una economía planificada en el mar del capitalismo mundial más que con la extensión de la revolución mundial y en primer término en América Latina. Para los marxistas hacer concesiones limitadas a inversiones de capital privado en situaciones económicas extremas, no supone la violación de ningún principio. Los bolcheviques, asfixiados también por una situación económica insostenible, recurrieron a la NEP (Nueva Política Económica) que permitía el desarrollo de actividades económicas privadas como una forma de favorecer la producción agraria y abastecer de productos básicos de consumo a las ciudades. El peligro no es la inversión extranjera en sí, sino cómo es controlada y cuál es la perspectiva trazada.
Lenin explicó con toda sinceridad a las exhaustas masas soviéticas, que la NEP era una concesión producto de la enorme debilidad del joven Estado soviético, un paso atrás que permitiría un respiro económico en la obligada espera del triunfo de la revolución en un país capitalista avanzado.
Aunque a veces, desde el gobierno cubano, se insista en que las medidas son accesorias, temporales y que no ponen en cuestión el carácter socialista del sistema cubano, al no haber ningún control real por parte de los trabajadores de los miles de directivos, funcionarios y demás miembros del aparato estatal se convierten en tendencias de fondo que tienen su propia dinámica y son muy difíciles de revertir. Así, la democracia obrera y la libertad de organización y expresión de todas las tendencias que defienden la economía planificada y el socialismo, lejos de ser un estorbo serían un verdadero aliciente para las masas, dando un margen de maniobra mucho mayor a la revolución.
La experiencia histórica de la Unión Soviética demuestra que es imposible construir el socialismo en un solo país. Ahora la situación en América Latina es favorable, como hemos podido ver en los recientes acontecimientos revolucionarios de Venezuela, la victoria de la izquierda en Brasil, los movimientos revolucionarios en Bolivia, Ecuador, Argentina…
Desgraciadamente, en lugar de basarse en la revolución en América Latina, Fidel Castro ha recurrido a acuerdos diplomáticos y, en el mejor de los casos, a campañas de presión internacional contra el embargo. Pero esto tiene unos efectos limitados.Pero esta política sólo consigue los efectos contrarios a los que pretende obtener. Mientras la revolución siga enclaustrada en los estrechos límites nacionales de Cuba corre el riesgo de ser estrangulada. Esto es lo que quiere hacer el imperialismo USA. Y la derrota de la Revolución Cubana sería un golpe contra la revolución en toda América Latina.
Nadie puede ignorar el colosal papel de Fidel en la Revolución Cubana. Sin embargo, la propia experiencia de Cuba demuestra que sólo rompiendo con el capitalismo, expropiando a las multinacionales y a los bancos fue posible elevar las condiciones de vida de la población cubana, alcanzar la alfabetización, el pleno empleo y una educación y sanidad digna y gratuita. No completar los procesos revolucionarios que se han abierto y se abrirán en América Latina es dejar abiertas las puertas de la contrarrevolución en estos mismos países. Y una derrota en países como Venezuela, sería un desastre para el destino de la Revolución Cubana. ¡Esta fue la gran lección de la Revolución Cubana!
El viejo sueño de una unidad fraternal y próspera de América Latina y el Caribe, esa idea por la que lucharon José Martí y el Che, podría ser una realidad. Basándose en la enorme riqueza natural de muchos de esos países y en la planificación democrática de la economía.
Una vez más la Revolución Cubana tiene que avanzar para no retroceder y en esta ocasión, más que nunca, sólo las ideas del marxismo y del internacionalismo proletario indican el camino. Ahí encontraremos las palancas para desatar esa fuerza imparable que es la del proletariado, en Cuba, en América Latina y en el mundo.

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